Necesitamos recordar que cada uno eligió venir a este planeta a sanar.
Y este viaje de sanación tiene mucho que ver con darnos permiso de ser felices de formas en las que simplemente no pudimos experimentar La Vida en el pasado.
Cuanto más nos permitimos celebrar la dicha de estar vivos, más liberamos nuestra alma.
Al habitar el momento presente desde este estado alegre y gozoso, nos liberamos de la carga ancestral que hemos heredado; y que llevamos cargando con nosotros durante muchas vidas, bien sea como un trauma, una herida o un vacío emocional.
Esta sensación de libertad a la que me refiero, puede asustarnos y hasta llegar a ser abrumadora, después de todo, nos preguntamos: ¿quién soy yo para no tener que sufrir? ¿Es eso posible? ¿De verdad puedo llegar a sentirme libre y feliz? ¿Me lo merezco? ¿Sería eso justo con otros? Es entonces cuando sanar implica, por más paradójico que parezca, luchar y esforzarse por dejar entrar la alegría, removiendo todas las barreras que bloquean su entrada a nuestra vida…
Y esto solo demuestra cuán fuerte es el condicionamiento cultural que la sociedad ha impuesto sobre nosotros. Pues hemos olvidado por completo que disfrutar el regalo de estar vivo es un derecho que nos es propio por el simple hecho de nacer. No se trata de cuánto obtenemos, ni de alcanzar cierto nivel de reconocimiento, o de llegar a convertirnos en alguien interesante; se trata realmente de poder disfrutar de ella tal y como es.
De alguna extraña manera, hemos aprendido a ser fieles a nuestro sufrimiento, apegándonos a él y al sentimiento de que no somos suficientes. Pues nos es tan familiar: Es el único lugar desde el cual hemos experimentado la realidad, por eso nos aferramos tanto a la historia que está detrás, y que legitima o justifica por qué debemos sufrir.
Hay una parte de nosotros que se siente culpable de traicionar su linaje familiar al lograr ser libre del mismo tipo de sufrimiento que cargan, - o que cargaron -, nuestros ancestros. Tenemos que admitir, que nos sentiríamos inmensamente culpables si pudiéramos liberarnos de él; mientras que nuestros padres, abuelos, hermanos (incluso el resto de la humanidad) seguiría todavía atrapada en el dolor. Es una falsa forma de compasión en la que, inconscientemente, elegimos permanecer luchando en la Vida. Pues este proceso de liberación del alma, tristemente, no es algo que podamos hacer por los demás.
Más bien, cada quien tiene que elegir transitarlo por su propia cuenta. Sabiendo que es un camino largo de aprendizaje y transformación para sanar nuestra forma de percibir el mundo y en últimas, nuestra forma de vida. Justamente, al elegir este camino nosotros, estamos mostrándole a quienes nos rodean que ellos también pueden hacerlo, estamos - valga la redundancia -, abriéndoles el camino hacia su propia liberación, a través de nuestro ejemplo y nuestro valor para elegir el cambio.
Aunque esta parte de nuestra alma crea inconscientemente que está siendo leal a su linaje al pasar por las mismas situaciones dolorosas que atravesaron (o aún atraviesan) nuestros seres queridos; esto es tan solo un malentendido: Pues la verdadera lealtad que podemos expresar proviene precisamente de liberarnos de las cadenas de nuestro karma familiar…
Es solo a través de esta libertad que podemos, a su vez, sanar a nuestros antepasados del trauma que ellos también heredaron y honrar verdaderamente su caminar por la vida. Pues soportaron situaciones tan dolorosas en el pasado, que en el fondo solo pueden desear que nadie tenga que pasar por lo mismo...
Entonces, aunque inconscientemente creamos que estamos honrando nuestro linaje al repetir esas mismas historias en nuestra vida, la verdad es otra. Nuestros ancestros estaban tratando de abrir nuevos caminos para los futuros miembros del árbol genealógico. De alguna manera eligieron soportar el dolor para liberarnos de él; para que tuviéramos la oportunidad de elegir diferente. En otras palabras, si nos mantenemos aferrados a los mismos patrones de vida que ellos escogieron y no encontramos la manera de trascender estas viejas historias, simplemente estamos desperdiciando el esfuerzo que hicieron. En pocas palabras, no nos estamos comprometiendo con la evolución de nuestro árbol genealógico.
En cambio, cuando nos permitimos elegir diferente: andando un camino distinto en la Vida, sin importar cuán desconocido sea, o cuánto nos cueste evitar repetir esas historias familiares de dolor; ésta resulta ser la mejor lealtad que podemos expresar hacia nuestros antepasados. Esta es, en realidad, la verdadera forma en la que honramos su vida.
Y así, ellos y ellas (sin importar si siguen vivos o no) en el fondo están felices de vernos caminar sobre la Tierra con gracia, libres de las cargas energéticas y emocionales, que en ningún momento quisieron pasar a sus descendientes.
Porque es sólo nuestra felicidad lo que nuestros ancestros más pueden anhelar. Se regocijan al vernos caminar por La Tierra en plena dicha, celebrando nuestra existencia, que es la suya misma. Pues gracias a su historia es que se nos permite escribir una diferente, para disfrutar del regalo de La Vida aquí y ahora, tal y como somos.
© MÓNICA ANDRADE P. 2023
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